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Vallecas, Madrid, Spain

domingo, 28 de agosto de 2011

La forma económica

Con gran preocupación Francisco González y Emilio Botín ven como cae el valor de sus apuestas en el casino. No hay, como en el pasado muy reciente, nadie a quien acudir para recibir consejo; los consejeros resultaron ser unos vulgares seres humanos que, contrario a lo que se pensaba, también tenían los mismos problemas que Dorian Gray, a saber: Querer ser siempre aceptados a toda costa, y tener las mismas necesidades que cualquier mortal. Estas consideraciones flotaban por la cabeza de nuestro nunca bien ponderado Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García de los Ríos, Marqués consorte de O'Shea quien, despues del burdo engaño sufrido a manos de Sir Bernard Madoff, dudaba de todo y de todos.

Emilio ya no era el mismo; se había convertido en una masa de desconfianza. Todo aquel ser de estatura media (su nombre completo mide más que él), calva testosterónica, ojitos picarones y sonrisa de gato de Cheshire, que antaño dejaba dinero a propios y extraños con una facilidad que eclipsaba todos los defectos de medio mundo y hacia dudar de los defectos del otro medio, estaba pasando la peor crisis de estreñimiento crediticio que recordaba (cosa que también afectaba su sistema digestivo). Nunca hasta ahora había tenido Emilio esa saludable sensación que tenemos el resto de seres humanos (exceptuando a los Botín, González, Windsor, Goldman, Sachs, Standard, Poors, etc) que viene del querer y no poder, es decir: IMPOTENCIA. La impotencia de querer prestar y no poder hacerlo estaba convirtiéndose en un trauma psicológico que le invadía hasta su sistema digestivo y, por no dar, no daba ni caca al sistema de desagües de la ciudad; no sabía si esa caca sería utilizada como abono para plantas, que luego comerían las vacas gallegas de donde saldría la carne que comería en un fino restaurante de París. ¡¡¡Estreñimiento, estreñimiento, esteñimiento.....!!!

Con una situación tan delicada, Emilio decidió acudir a alguien que lo entendería muy bien: Francisco González; asi es que, mientras con una mano se apretaba el abdómen con la otra sacaba su dispositivo móvil del estuche de piel de cocodrilo cultivado en granja ecológica y llamó a su querido colega. Francisco levantó el teléfono de oro que tenía justo al lado del retrete y escuchó la voz irreconocible de su gran amigo.

Emilio: Franciso, buenos dias -Saludó Emilio con la voz entrecortada-.

Francisco: Buenas noches para mi, -Respondió Francisco con la voz también entrecortada- ¿Quien es?.

Emilio: Soy Emilio, el de Santander.

Francisco: Ah, Emilio. ¿Donde estás?, te escucho muy mal. ¡Ay como duele!.

Todo esto con pequeños lapsos de tiempo entre las palabras que hacia la comunicación muy lenta y dolorosa.

Emilio: Estoy en uno de los 200 retretes de mi casa de New York intentando sentirme mejor, pero creo que todo esto es mucho mas complicado de lo que pensé en un principio y por eso te llamo. ¿Tu dónde estás?.

Francisco: Pues yo estoy en uno de los 300 retretes de la casa de mi hija Beatriz, en Sydney -Respondiendo con mucho dolor-.

Emilio: Pues quisiera que nos vieramos porque, -Toma aire- por lo que veo tienes el mismo problema que yo y creo que la solución a esto no será fácil.

Francisco: Si, estoy de acuerdo. ¿Dónde y cuando quieres que nos veamos?

Emilio: Como me dices que estás al otro lado del globo, te propongo que nos veamos este fin de semana en el centro del mundo, o sea Madrid.

Francisco: Me parece perfecto. ¿Que opinas si aprovechamos que la entrada al Reina Sofia es gratis el sabado por la mañana y vemos algunos cuadritos?, Quizás hasta podamos comprar algo.

Emilio: Pero Franciso ¡¡¡El Reina Sofia no es una galeria sino un museo!!! -Respondió Emilio con molestia por su estado estomacal y por esa falta de tacto con el patrimonio nacional-. ¡Como me duele mi abdomen de Marqués consorte de O'Shea! -Agregó-.

Fracisco: ¿Que?, no sabía que además fueras familiar de García Márquez -Dijo Francisco, debatiéndose entre la mueca de dolor y la risa socarrona (que en Francisco eran gestos muy parecidos)-. ¡Que era una broma, hombre!-añadió rápidamente-, solo quería saber si mantenías esa risa de gato de Cheshire en estos momentos, pero veo que es mucho mas grave de lo que pensaba. -

Emilio: Pues bien -Dijo sin mucha risa- entonces quedamos el sábado a las 10 de la mañana.

Francisco: Pues hasta el fin de semana Emilo -Dijo tomando suficiente aire para la despedida-

Emilio: Hasta pronto Francisco.

Llegado el fin de semana, a las puertas de la galería.... perdón, Museo Reina Sofia, en pleno centro del mundo......

Emilio: Buenos dias.

Francisco: Bos dias -Respondió en gallego- Imagino que estás mejor que el otro dia.

Emilio: Si, finalmente logré prestar algo a unos chinos que quieren montar una fábrica de abonos en el Congo y sentí un alivio enorme. ¿Entramos? -Señalando la puerta-

Francisco: ¿Y no me vas a preguntar por mi?- Preguntó con ojos picarones- Pues te lo digo sin más. En Sydney apareció un Inglés que tiene la idea de una fábrica de laxantes.

Emilio: ¿Y le prestaste para montar el negocio?

Francisco: No, le pedí que me diera una de sus muestras gratis.

Los dos hombres de estatura mediana y calva testosterónica entraron en el magnífico edificio, sin pagar un duro. Tras un largo caminar se encontraron con un tumulto de gente en el segundo piso que parecian ver algo realmente excepcional.

Franciso: Esto es increíble, es igual al tumulto que se forma en la Puerta del Sol para ver a los mariachis. -Dijo con sorpresa- Debe ser muy pero que muy bueno lo que hay ahí.

Emilio: Pero Franciso dudo mucho que tú pases por la Puerta del Sol - Con arrogancia - Además, desde ya te pido que no nos hagas pasar vergüenza porque esa gente está mirando el Guernica de Picasso.

Francisco: ¿Pero eso no quedaba en el País Vasco?.

Emilio: Francisco, o te pones serio o no podremos aclarar lo que nos ha traido hasta aqui -Sentenció con seriedad-.

Francisco: Vale, es que para mi el humor es una gran fuente de valor -aclaró- y por eso, aunque no lo parezca lo busco permanentemente.

Emilio: Te entiendo pero el valor del humor no nos es rentable asi es que cálmate.

(Frente a la gran obra, en medio de turistas y aborígenes madrileños.)

Emilio: Francisco, ¿Por qué crees que esta obra no tiene precio?.

Francisco: Porque el museo no está dispuesto a venderla.- Dijo con seguridad-

Emilio: Y ¿Por qué el museo no está dispuesto a venderla?

Francisco: Porque gana más con el precio de las entradas que con su venta- Respondió dudando-.

Emilio: No. -Dijo contundente- Es porque se trata de algo tan valioso en el alma de tanta gente, que venderlo significaría una revuelta popular incontestable; daría pleno derecho a que una horda de gente indignada entrara en este hermoso edificio y quemara todo lo que hay en él. No se vende por MIEDO.

Francisco: ¿Cómo? ¿Dices que este cuadro no tiene precio por el miedo a venderlo?. -Pregunto con gran extrañeza.

Emilio: Sí, casi me puedo imaginar la escena de esta misma sala ardiendo como en este momento arde en el cuadro toda una ciudad. Este cuadro no tiene precio porque es, en este momento, el centro del mundo y nos advierte de lo que sería todo a su alrededor si él no estuviera aqui. -Hablaba mientras miraba todos los cuadros y gente a su alrededor-

Francisco: Entonces si nuestra cita fuera en Paris y estuviesemos frente a la Mona Lisa, ¿ése cuadro no tendría precio por el miedo a que si se vendiera todos quedaramos con una risa de gato de Cheshire? Por favor Emilio -Dijo con incredulidad- eso no es del todo cierto, Si este cuadro desaparece te aseguro que nadie diría nada.

Emilio: Ese ha sido nuestro problema Francisco, -enfatizó señalando el suelo con el dedo- que hasta el momento hemos subvalorado el significado del valor. ¿Qué hace que se paguen miles, millones de euros por una servilleta con tres trazos de Pablo Picasso?.

Francisco: No sé, ¿Tal vez la idea de que ésa servilleta ha pasado por la calva testosterónica de un genio?-Volvió a bromear-

Emilio: Hombre -llamó la atención-. Está claro que lo que quieren todos es un trozo de verdad, pero de este tipo de verdad que no duele, de esta verdad que se enmarca y se admira; pero en el fondo lo que todos buscan es algo asi como un talismán del tiempo, para que cuando llegue la verdad dolorosa parezca que todo duele menos.

Francisco: Pues yo no sé -Seguía dudando- yo creo que gran parte del valor de la servilleta está en una especie de broma que hace Picasso a todos sus fans, algo así como el precio que hay que pagar a esas chicas forradas de cuero que te azotan con un látigo.

Emilio: ¿Pero que me dices? ¿Has estado en un lugar así?.

Francisco: Claro -Respondió con obviedad- o si no ¿como crees que mantengo este sentido del humor a pesar de todo?. Si no fuera por eso todo esto de la economía me tendría con el estómago hecho polvo.

Emilio: Acaso, ¿cuando te llamé no estabas afectado por lo del casino? -Preguntó con mucha extrañeza-

Francisco: No hombre, lo que me pasaba era que esa mañana me había comido un montón de dulces de guayaba traidos de Colombia, que creo que allí le llaman bocadillos, y me entró un estreñimiento que me tuvo ocupado todo el día. Olvidate de todo -agregó- lo único que vale en este mundo es el sexo; no me cabe duda de que Picasso lo tenía bastante claro y por eso parece un genio.

Emilio sintió como se derrumbaba toda una teoría del valor que esperaba poner en práctica para salvar su negocio; los argumentos de Francisco eran contundentes, simples y por eso mas poderosos que todo lo que él imagino como verdadero. Todo la idea del arte, del miedo, de la sociedad, levantamientos, revoluciones, reformas, contrareformas, caía por los suelos ante algo tan simple: Mantener el buen humor a base de sexo.

Emilio: Franciso me tendrás que disculpar pero acabo de recordar que dejé a mi esposa que iba a jugar al bridge con unas amigas -Dijo Emilio comenzando a correr hacia la salida- pero, por la risa y buen humor que tenía cuando nos despedimos creo seriamente que no tiene amigas en Madrid.

Franciso: -Alzando la voz desde el otro lado de la sala- Picasso, piensa siempre en Picasso......

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